Este es el discurso de los docentes de la epb 51 y esb 40 para la reinauguración de la escuela y que no fue mencionado en ningún medio local
Después de tanto tiempo, por fin, llegó el día.
No podemos decir que lo estuvimos esperando, y no porque no lo deseáramos, sino porque esperar supone una actitud pasiva, y sin dudas, está comunidad nunca, en los años que lleva de historia la escuela, supo tener una actitud pasiva. Nosotros, padres, alumnos, docentes, directivos, nosotros, nunca nos sentamos a esperar. Por el contrario, siempre sentimos que ante la injusticia, ante la desidia de los que debían decidir, teníamos que actuar: cada día de escuela fue un día de lucha, de participación de toda la comunidad: Aprendimos que existen las barreras para que aprendamos a derribarlas, que los muros, aunque sean altos, se pueden escalar y que pese a las caídas, a los golpes, si estamos juntos, y si creemos realmente en un objetivo, podemos conseguirlo.
2 de junio de 2006: “Clarín”: “Un grupo de padres toma una escuela en José León Suárez en reclamo de mejoras edilicias”.
Después, todos lo sabemos, la desgracia, la angustia, que dejó cicatrices y heridas irreparables.
Pasamos momentos muy difíciles: a muchos nos invadió la rabia, la impotencia y la decepción. El dolor alejó, además, a compañeras que amamos y a familias enteras que no volvieron. Hubo momentos en que creímos que no podíamos más. Pero continuamos, y apoyándonos uno en el otro, crecimos, nos fortalecimos.
Sabíamos que todo lo vivido en nuestra institución no fue accidental, ni tampoco casual. Lo ocurrido fue la conclusión, la consecuencia de una política de abandono y maltrato. Nuestra escuela se convirtió en el símbolo más claro de todo lo que no debía ser. Porque la corrupción destruye, corroe y aniquila todo aquello que debería crecer hermosamente y por derecho propio, como nuestros chicos.
Sin embargo, a fuerza de participación, compromiso y trabajo de toda nuestra comunidad, todo el dolor vivido se convirtió, sin lugar a dudas, en el puntapié inicial para por fin ser escuchados, para transformar la realidad y para que todo esto cambiase de una buena vez.
Y de esta forma comenzó una nueva etapa, también repleta de turbulencias y complejidades: el traslado a otra escuela, la nueva obra.
Casi dos años para llegar a este momento. Y hoy por fin nuestro edificio está listo para que volvamos a ocuparlo con clases, griteríos, aprendizajes, risas. Estamos felices, es verdad. Estamos muy felices, porque sabemos que esto, y muchísimo más, es lo que nuestros chicos merecen.
Pero no queremos volver a ser símbolo del dolor ni del maltrato, y no queremos que ninguna escuela lo sea, para lograr que las cosas se hagan bien, para tener lo que merecemos.
Porque una escuela, y especialmente una escuela como la nuestra, debería ser, como decía Sarmiento, un verdadero palacio. Un gran, maravilloso, enriquecedor palacio del saber, del placer por el conocimiento, un espacio en el que nuestros chicos pudiesen encontrar su lugar en este mundo, una escuela que los incluya, y no que marque cada vez más fuerte las diferencias.
En cambio, desde que comenzamos a trabajar aquí, supimos, y hoy lo reafirmamos, que el único, el gran capital que siempre nos sostuvo, es el enorme valor humano: docentes que todos los días inventan, sólo con una tiza (como un mago con su galera) nuevas estrategias para enseñar; padres luchadores, que no se rinden, que no se rindieron nunca; alumnos increíbles, con sueños propios, sueños hermosos de un futuro mejor.
En este sentido, deseamos compartir con todos ustedes, y en este día tan especial, la reflexión que en nuestra comunidad motivaron las palabras del Señor Ministro de Educación de la Nación, Doctor Tedesco, en ocasión de un reciente reportaje. Allí afirmaba que " la escuela sola no puede resolver la desigualdad social". Estas palabras expresaron sintéticamente el sentimiento que nos invade a diario a quienes trabajamos en esta institución: Alfabetizamos, pero la marca de una alimentación deficiente a veces nos pone un límite; incluimos, pero no del todo a casi nuestros 100 alumnos que no tienen su documento de identidad; intentamos cumplir los 180 días de clase que marca la ley, pero cuando llueve sus casas se inundan y el barro no les permite salir; intentamos recrear nuestras prácticas pedagógicas pero el cansancio los sobrepasa si han trabajado el día anterior...
En fin, estamos en la Capital Nacional de la Industria y queremos que nuestros chicos también estén orgullosos de ello.
Por eso queremos transmitir a quienes tienen la responsabilidad de diseñar la educación a través de las políticas publicas, que los invitamos a sumarse a este compromiso, ya que tantos años de trabajo nos permiten tener un buen diagnóstico de nuestra comunidad educativa, y por eso nos atrevemos a hacer nuestras las palabras del Señor Ministro: "La escuela sola no puede"...
Estamos felices, muy felices. Y queremos mucho más. Nuestros chicos lo merecen.